Cafe Rebelde

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jueves, 26 de diciembre de 2013

"HOY ME HE ROBADO A TU PERRO"

Hoy me he robado a tu perro No, ni siquiera he pisado tu propiedad, pero a juzgar por Su apariencia, me imagino qué aspecto tiene tu casa. Y la palabra que me viene a la cabeza es basurero. Le encontré vagando por las calles sin rumbo, con una pesada cadena alrededor del cuello todavía unida a un par de tablones podridos de los cuales salen unos enormes clavos oxidados, de lo que supongo fuera su casa. Al encontrarle, no sólo supe que media ciudad le había ignorado, sino que entendí que había sido afortunado de no haberse enredado peligrosamente en algún lado con la “cruz” que arrastraba tras de si, hasta que el hambre o la sed le hubieran matado; ante la fría indiferencia de una sociedad que suele volverse sorda y ciega ante un animal necesitado, bueno, a menos que decidan pegarle un tiro por invadir su propiedad o “molestar” a sus niños. El que sus costillas se marcaran claramente, el que sus orejas estuvieran asquerosamente sucias, el que su estado general fuera más bien lamentable, y que su pelo y sus ojos estuvieran apagados, eran pruebas claras de que no te lo merecías. Pero por si acaso, pregunté si alguien había denunciado la desaparición de un perro (sin placa de identificación) con sus características, o si habían colocado carteles o anuncios de su pérdida en el periódico local, pero todo fue inútil… No lo hiciste; por lo que sólo puedo deducir que no la echas de menos. Eso no es muy conveniente, ya que el hecho de que no esté esterilizado, ni vacunado, supongo, y de que probablemente esté infestado de parásitos, significa que devolverle la salud puede costarme una buena cantidad de dinero. Por otro lado, quizá sea un pequeño consuelo saber que el no te echa de menos. De hecho, su propia fuga dejó claro que ya estaba harto de tus “cuidados”. Le costó alrededor de un día darse cuenta de que yo no soy tú… y de que no le haré daño. Le llevó tan solo dos días darse cuenta de que los otros animales que viven aquí le aceptan, y pudo conocer uno de los placeres que hasta ahora tu le habías negado: la compañía de otros perros. Tardó tres días en apreciar el éxtasis de una buena comida casera y en aprender que los sofás son para echarse encima, y que ya no tendría que dormir a la intemperie… Ahora tiene un nombre bonito. Ya después de una semana empezó a tener el aspecto que debería: Le brillan los ojos, y ha aprendido a mover la cola en señal de saludo. Ha dejado de encogerse cuando hago algún movimiento brusco, porque sabe que no le voy a pegar… de hecho, casi nunca se aparta de mi lado. Incluso ha recuperado su autoestima, y se ha vuelto tan valiente que ya se ha atrevido a ladrarle a uno de los gatos… y hoy le he visto por la ventana animando a los otros perros a jugar. No. ¡Está claro que no te echa de menos!. Ni a ti, ni a su vida confinada en solitario y a una cadena. De todas las enseñanzas que me ha dejado mi breve relación con Su naturaleza benévola (la de todo aquel perro después de ser adoptado) es su increíble capacidad para curar viejas heridas y aprender de nuevo a confiar. ¡No cabe duda que el amor hace milagros! ¡Que estúpido eres!. Es posible que El fuera el ser más cariñoso, leal y fiel de tu vida, y tú le condenaste a una existencia de miseria y soledad… hasta que tomó la mejor decisión que se le podía ocurrir y se escapó. Quizá su ángel de la guarda la ayudó. Y para que nadie me tome a mí por un ángel, confesaré que aspiro a poder ser tan bueno como el algún día. El te ha perdonado en menos de veinticuatro horas de su nueva vida, por los cerca de cuatro años de maltrato miserable que le diste, mientras yo aún me debato en un estira y afloja con esa parte de mí que espera que un día te pudras en el infierno. Aún no está claro si se va a quedar aquí, o si le buscaré un buen hogar donde reciba una atención más “individualizada” de la que yo puedo darle, pero una cosa es segura, esta “propiedad” robada nunca va a volver a tus manos. Así que ya puedes demandarme, perseguirme o repetir ante el Juez que “te pertenece” legalmente… Estoy convencido que éste ha sido el mejor delito que he cometido nunca. Pocas cosas me han hecho más feliz que robarte a tu perro. Sólo tengo que ver sus preciosos ojos marrones para saber que el defendería mi decisión con su vida. Sólo rezo para que no se te ocurra sustituirle. Y si hay un día especial que podemos celebrar juntos, es el día en que te robé a tu perro, que es el día en que el me robó el corazón. 

Jim Willis

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